domingo, 13 de junio de 2010

Itinerario mundialistas por Enrique Beas

Entre bufandas y balones

Una irresistible sensación a gloria se apodera de cada ente mexica que
consume medios al por mayor con tal de perseguir el sueño anhelado de
un campeón. Silencio total y abrupto. El señor presidente con su
bufanda tricolor bien puesta y su traje Ermenegildo Zegna de 10 mil
dólares hacen gala para dar la palmada de la suerte en la inauguración
tan sonada y esperada por millones de fanáticos que esperan cada
cuatro años los tintes patrioteros de 32 naciones, 32 pueblos
disímiles que a su vez son convergentes por una pelota que era hecha
de gajos y que hoy la tecnología nos privó de cantar el primer gol de
los botines de Giovanni Dos Santos, que con el chanfle que le dio al
Jabulani se fue por centímetros del arco y del júbilo que nos llevará
a la tierra prometida de romper las maldiciones de nuestros
centenarios festejos. (¡Siempre centímetros!). De ahí la historia de
siempre y el color característico de nosotros, de nuestros sombreros,
de nuestros atuendos y botas, de nuestras colitas revolucionarias en
el cabello de nuestras hermosas adelitas, de las sonrisas de Vela al
fallar la jugada importante, de nuestros comentaristas descopetados al
hacer el berrinche público de las porquerías deportivas de siempre.
Vamos, de los resultados de siempre. El camino será igual de largo y
apasionante. ¡Qué viva la fiesta mundialista! México, mi México te veo
en Polokwane para seguirte entre bufandas y balones.


Luz y Fuerza

Cada mañana sospecho al poner el pie derecho o izquierdo que será
distinta. Unos creen que la razón social de la vida es ganarle al otro
a como de lugar, desde un partido de futbol, una disputa con tu pareja
por la desatención de una fecha especial hasta el hueso político por
las reformas energéticas. Un viernes sin quincena y con el partido más
vendido de la historia para nuestra tribu y ya se empezaban a
hipnotizar la cantaletas de nuestras tradiciones. ¡Cómo te extraño
Peje! El Zócalo capitalino de nuevo en resistencia social, con el
tianguis de humanos que creen que la lucha aún no termina en el tópico
de la electricidad nacional. El único pararrayos de la mañana fue el
de Shabalala. El único cielito lindo fue el de Pepito que faltó a
clases de su sexto B, en la primaria oficial Artículo 27 de la Colonia
Lindavista, que acompañado de su papá que dejó el taller mecánico
cerrado hasta las once de la mañana (eso creo, si es que no le ganó la
depre del empate y se fue con el compadre a olvidar las penas a la
pulquería “Cielito Lindo” en la calle Robles Domínguez de la colonia
La Industrial), entonaron a todo pulmón enfrente del Palacio de
Gobierno del Distrito Federal entre cuatro mil capitalinos y unos
turistas que sacaban la foto del recuerdo entre las gigantescas
pantallas del Fan Fest y las mantas en pleno campamento de protesta de
la extinta compañía de Luz y Fuerza. Gracias Rafita, qué bueno que la
pelota te llegó a ti y no a Vela o al Guille que ya descansaban en la
banca.




Compañerismo frenético

Para cerrar el Itinerario del día dos, los detalles que me bloquearon
por completo. Las penas de las almas perdidas en el aeropuerto
internacional Benito Juárez que no pudieron llegar al Soccer City y
las del vulgo mediatizado que soñábamos con el 2 a 1 sobre el
anfitrión más malito de los libros de la FIFA, ahí me encuentró la
peor noticia de todas: las batallas temperamentales entre nuestra
promesa en la delantera mexicana, el Chicharito Hernández y el mil
batallas cuasi abuelo mundialista, el Cuau. El fumador compulsivo en
pleno partido le gritó hasta de lo que si iba a morir, algo que
Javiercito no permitió y reaccionó de la misma forma. ¡Cómo no! Si el
Capello región cuatro se le puso al brinco al Vasco en plenas
decisiones vitales de nuestro glorioso empate. ¡Bienvenidos,
bienvenidos! Al compañerismo frenético. Cualquier cosa ando el twitter
@EnriqueVonBeas.




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