La iluminación ferviente de cada celebración al término de cada 365 días canaliza los ciclos constantes del ser humano. Los recuerdos serán herramientas morales y la memoria será archivo confidencial de tu propia existencia. Afortunadamente el hijo prodigo de la Revolución Industrial: los deportes masivos, hicieron su papel para entender al entretenimiento y en medio de eso el 2009 fue un digno año que llenó la agenda informativa para ponernos todos los días las emociones al límite. Noviembre y diciembre fueron el cerrojazo perfecto. Los Yankees no podían irse de esta década sin un título y estrenaron su nuevo templo con un majestuoso triunfo contra el pasado campeón de las Grandes Ligas: los Phillies. De ahí el fenómeno rastrillo cobró la afeitada más ética del mundo deportivo. Los pecados capitales en sus figuras y los llantos de monaguillos por todas las religiones del mundo se hicieron escuchar. Los castigos están en el alma de cada uno que se quiera perder los últimos años de Tití y el gran Tigre. La lujuria cobró la trayectoria del mejor golfista de la era: el señor Woods. Y los británicos más desobedientes, es decir, los irlandeses soñaron con un Mundial de 33 equipos y meter a la cárcel al nuevo criminal el "justiciero futbolero (porque hace justicia con su propia mano)": Thierry Henry. Ahí el show mexicano fue la puesta en escena de nuestros bombos soñadores, festejábamos jugar el juego inaugural con los anfitriones, gritábamos ya los dos goles con que le ganaríamos a los uruguayos, pero lloramos como siempre al ver a los franceses y entender el orden de los juegos. El año cerró con la gran historia celestial del Tano. Monterrey cantó su tercer título y la máquina lloró su tercer derrota en finales casi seguidas. Además el Mundial de Clubes sigue sin entender como se debe de jugar para llamar la atención del televidente global. ¡Hasta luego, hasta luego! Al 2009 y ¡bienvenidos, bienvenidos! Al 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario