jueves, 28 de enero de 2010

El día que el futbol se detuvo por Enrique Beas

Año 2028. Ante mis ojos el gris del cielo brumoso que no me permite cruzar la calle. Ante mi nariz el olor de azufre que emerge de la Tierra dañada de tantas armas biodegradables. Ja. Ante mi corazón los hombres corriendo al esconderse como ratas temiendo de la condición humana. Ahí no veo zonas verdes, estadios, hinchas, fanáticos cantando, futbolistas. Nada. Amanecí de nuevo un 28 de enero del año 2028 para ver que el futbol se detuvo.

Año 2010. El día que Salvador Cabañas fue la noticia más dura de mi joven carrera en la hermética empresa del periodismo deportivo, mi cabeza se paralizó por instantes largos que no encontraban respuestas y buscaban discursos concretos y exactos para hacer de mi pluma con mis ideas el puente de comunicación que según yo necesitaban las 220 personas que comentaban mis tweets y mis palabras en Score Final. Me repetí una y otra vez la poca calidad de mi narrativas. Me sentí pequeño a lado de la verdadera cotidianidad. Enseguida mi consumo mediático fue voraz, consulté las columnas de todos los compañeros, vi más horas que nunca los noticieros y escuché como nunca antes tantas horas pegado a la radio.

Año 2028. Mis ideas se petrifican al saber que el final está cerca. Si tan sólo hubiéramos entendido que el principal enemigo de la humanidad es el hombre, no estaríamos agonizando en trincheras. La fidelidad se dispersó con la pasión y el juego se cambió por los lujos. La violencia se arraigó como parásito intestinal y terminó con el futbol.

Año 2010. El día que Salvador Cabañas fue el centro de rezos y medios, de aficionados y procuradores, de doctores y médicos, de mexicanos y paraguayos fue cuando el futbol no entendió la importancia social de la pelota. El ejercicio de la voz en silencio al hacerse tiempo aire falló en banalidades. Nunca entendieron que la válvula de escape para promover un mejor planeta se inicia en la cancha. Lo dijo el Diego al mencionar que el balón no se mancha, pero sí sus alrededores. La pena embargó la impotencia del citadino que no encontró respuestas para un mejor mañana.

Con esmero cuento las horas por el bienestar y la recuperación de Salvador Cabañas y con temple hoy involucro a todos los implicados de este medio a que sumemos fuerzas para que este bello deporte sea la bandera de no más violencia. El fenómeno social de un futbolista no debe ser entendido sólo en las desgracias, hoy México tiene una nueva oportunidad debido al impacto que ha causado el lamentable evento en el Bar-Bar. No quiero meterme en los detalles del acto noticioso, mas bien convocó a que reflexionemos día a día que país queremos, ya que siento que el futbol debería regresarle algo a su pueblo. Llegaremos al 2028 con fanáticos cantando, con estadios e hinchas bailando. ¡Bienvenidos, bienvenidos! A ese día donde el futbol no se detuvo.




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