martes, 6 de julio de 2010

Para que Beas el Mundial por Enrique Beas

Itinerario 13

Malditas creencias

Será la segunda vez que mi pluma sea una vaga coherencia de mi ética y
valores que fomentó mi vida, no es un capricho del opusdei ni de una
misión voluntaria a favor de la infancia en Sudáfrica, simplemente mi
deber periodístico que hoy me tiene triste y confundido. Hace unos
días en plena charla con una chica zulú hablábamos del tema de las
violaciones del portador sudafricano con VIH (país con mayor número de
infectados), este tema lo dejé a un lado para seguir la pelota y en
ese entonces mis estúpidas esperanzas verdes. La razón de ser un país
con alto porcentaje de personas con SIDA y después de haber vivido
tres semanas y media acá con sus costumbres y tradiciones me hizo
dudar por unos instantes de esa alarmante cifra. Hasta que de nuevo me
topé con la realidad catastrófica de ciertas ideas en muchas tribus y
poblaciones de bajos recursos (la mayoría de este país) con la maldita
creencia que los enfermos del moño rojo violaban a los niños y niñas
para que así atraves de un alma pura y limpia se llevara el virus y
quedar sanos de nuevo. ¡Shock! Total colapso de mi cuerpo al escuchar
ese secreto a voces que ni un chamán, brujo, hechicero deberían
permitir. Acá las campañas en las grandes urbes son constantes, viven
una transición cultural de adaptación no sólo entre blancos y negros,
sino entre portadores y no portadores. En todas las avenidas
principales hay campañas con la leyenda: “si tu amigo tiene VIH, sigue
siendo tu amigo”. Ojala y la política de estado contribuya no sólo con
pintar las calles para una copa sino con educar y transmitir nuevas
creencias para frenar ese foco de contagio y esa desgracia infantil de
un sector de la población.


Cuidado con el robot

El presupuesto de un mega evento para un periodista caprichoso por su
vocación deja expuesto ciertos problemas presupuestales para realizar
el trabajo. Cuando me bajé del avión y pagué del aeropuerto al
departamento donde me alojé una noche la cuantiosa cifra de 560 Rands,
algo así como 850 pesos. Ahí no terminó el susto, ya que después de
dejar las maletas fui a conocer el Soccer City y pagué otros 500 Rands
y de regreso la misma cantidad. Para no hacer el cuento largo, el
primer día sólo con tres viajes me gasté el presupuesto de una semana.
Así que mejor decidió el productor rentar un coche para economizar la
aventura. Pero ahí es donde empezó la guerra contra la invasión
británica: manejar de lado derecho. Diestra complicación que me ha
dejado un par de sustos y malos ratos principalmente en la noche
cuando salgo del programa y aún queda oxígeno para un trago, el
regreso al nuevo hogar es un suplicio. Cuidado con el carro que viene
enfrente de ti. -¡Te echó las largas!- dice mi copilto. -¡¿Qué te pasa
baboso?!- seguro eso quiere decir foquiu idiot, que es lo que me
gritan cuando me doy cuenta que me había metido en sentido contrario.
Al final del viaje y haber pasado los doce robots para llegar a
descansar relajo los músculos que se atrevieron a manejar sin licencia
internacional. Por cierto los robots son los semáforos sudafricanos.




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