Itinerario 14
Safari
La idea del tío Walt Disney permeó la pantalla nacional en previos y
campañas de un Mundial en latitudes africanas. Todo mundo llegó
buscando jirafas en la carretera y leones en los jardines de las
casas. La música oficial de la justa es tan parecida a la banda sonora
del Rey León que la industria de Hollywood no se equivocó (obvio menos
el waka-waka shakiriano, que para ser sincero #yoconfieso lo bailó
cada que la escucho en los estadios y antros). Los colores de los
pastos invernales de las estepas y carreteras son tan amarillos como
el trigo, las reservas ecológicas y las aventuras de Safari son el
verdadero entretenimiento de acá, vamos, es el Disneilandia de todo el
país. A tan sólo 10 minutos de Johannesburgo esta el Lion Park, a dos
horas otra Safari gigante, cautiverios de cocodrilos y antílopes en
sus paisaje (por cierto, uff qué rico sabe, es como entre barbacoa y
carnitas a la vez), zebras muy nalgonas y ñus que se comen tus
papitas, etc. La experiencia es tan grata y emocionante que no puedes
creer que un león blanco con una melena que ni Simba tenía, ruja
enfrente de ti, avisando que el territorio es suyo o pidiéndole a una
de sus leonas que se baje de un árbol de casi cuatro metros donde
descansa y toma el sol. El espectáculo es tan natural que casi unos
cientos de leones conviven cerca de ti, hasta puedes jugar con los
leoncitos y ser rasguñado por ellos (eso no esta padre). Además para
despedirte salen los caballos altos, es decir las jirafas para ver si
les das de comer o para que te regalen un beso con una lengua casi de
medio metro.
Los bárbaros
Ellos son los otros. Ellos son los que se visten diferente. Ellos son
los que comen distinto, bailan y hablan distinto. Ellos son los que
van a escuelas distintas, les enseñan un mundo nada parecido al mío,
caminan y fuman raro. Huelen diferente, manejan con otro cuidado y
besan distinto. Ellos creen en otras cosas a las mías, piensan en
contra posición a lo mío, sudan distinto, aman diferente. Ellos salen
a otros lugares de vacaciones, besan raro a sus papás y ven películas
muy raras, compran discos muy populares y el shampoo que usan les deja
muy distinto el cabello que a nosotros. Ellos leen distinto, juegan
diferente y parecen ser otros seres. Coetze ganó el premio Nóbel de
literatura, su novela “Los bárbaros” es una joya tan real de este
escritor sudafricano que se aventuró en platicar que la vida en su
país se empezaba a vivir diferente, que el humano cuando ve algo que
es distinto a lo suyo lo cataloga en juicios de valor que denigran a
la otra persona. La historia es en una aldea sin tiempo, sin lugar y
sólo con espacio. Sin protagonistas históricos ni de ficción. Escribe
con la pluma de un hombre que ubicó su legado en la lección más
importante de la vida: los otros también es nosotros. Ahí esta el
camino de la igualdad, de la equidad y del nuevo reto de Babel para
salir avantes de un compromiso simplemente futbolero. ¡Ke Nako! La
frase que significa estamos listos y que acuñó el slogan de este
Mundial bien podría ser el título del libro de Coetze en México cuando
el otro le dice al otro: ¡qué naco! Así se vive en el mundo de los
bárbaros.