miércoles, 21 de julio de 2010

Martin Hansson, la vida de un árbitro antes de un grave error laboral

Martin Hansson, el arbitro sueco que no vió la mano de Tierry Henry en el gol con el que Francia asiste a la Copa del Mundo Sudáfrica 2010. Irlanda eliminada.

Rättskiparen [The Referee] from Freedom From Choice AB on Vimeo.




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domingo, 11 de julio de 2010

Para que Beas el Mundial por Enrique Beas

Ultimo itinerario

Se baja el telón

Acá todo es color arcilla, acá todo huele a tierra, acá todo se baila con ritmo. La memoria sigue sin acomodo. El frío sigue su ruta al sol y la noche cada vez pierde terreno enfrente del día. El invierno se extingue en el cono sur de la Tierra. El tambor suena a lo lejos y las danzas ilustran a un pueblo. El fuego intenso de una fogata tan multicolor fue testigo silente que encendió a 32 tribus para hacer el rito más importante de lo menos importante del hombre: el futbol y su Mundial. 31 días sin freno. Hacer un recuento fidedigno sería absurdo a tan cercana y estrepitosa parranda. El balón sigue siendo ese instrumento básico para desentendernos del movimiento de translación por unos cuantos días. Hacer cordial la despedida sería no llorar el día de la partida. Algo imposible para los que nos adentramos a una cultura preciosa, distinta a la nuestra y tan poco entendida por el occidente que sigue conquistando economías y formas de vida. A su gente, sólo queda abrazarla, decirle que en ellos esta el verdadero cambio de la igualdad por el que tanto han luchado. Agradecerle sus ritos, sus cantos y bailes; su alegría y su arduo aprendizaje para entender lo frenético de un evento que no perdona retrasos, que no perdona malos servicios ni forzados saludos. (¡Allá la FIFA sino cumple todo lo que debe!). El pueblo entregó su pasión por el humano, por las razas y el deporte. Sus paisajes cumplieron con el sello eterno de una aventura salvaje, de una andanza tan natural que no se necesita de juegos mecánicos para atraparte, sólo esa adrenalina que el mundo verde regala a los que respetan el espacio de la bestia y sus ecosistemas. Las paredes no son acrílico pintado figurando una selva y vendiendo platillos internacionales, ya que simplemente en la mayoría de este país no hay paredes, hay campos y animales, hay gente y once lenguas. Ojala les alcancen sus tradiciones para seguir siendo felices. Al equipo de trabajo que hizo posible esto, me queda el reconocimiento eterno. El Pasaporte Mundialista termina, se baja el telón de la décima novena Copa del Mundo. Gracias a todos los lectores que siguieron el paso de Sudáfrica y el Itinerario de un servidor. ¡Bienvenidos, bienvenidos! Al ciclo mundialista de Brasil 2014. Hasta siempre Sudáfrica. Gracias Bafanas, Bafanas.

A Madiba

Tantos hombres y a veces tan pocos humanos. No podía dejar a un lado las sensaciones que deja el camino de una persona. Sudáfrica en esencia es Nelson Mandela. Sus calles son reflejo de su lucha, muchas de ellas en apariencia, pero en las ideas de su pueblo están en todas sus aspiraciones. El mundo necesita más Mandelas. El trabajo de un ser vivo que fomentó la lucha de la paz por la misma paz. La próxima semana este país festeja el día de Mandela, ya lo había dicho en este espacio, pero el secreto a voces es que este podría ser su último festejo y homenaje en vida. La salud es delicada y los intereses tan efervescentes. Eso les corresponde a su gente, pero me queda claro que para que Madiba se vaya totalmente del planeta habrá que destruir su legado y eso ya penetró en millones de personas más que vieron gracias a un evento deportivo que cuando la lucha es por las mismas condiciones de calidad de vida y equidad de géneros y razas en tan sólo 20 años se puede alcanzar a organizar un evento de tal magnitud como lo hizo un país que no es potencia mundial, que no representa a las naciones poderosas económicamente hablando y que su democracia esta en pañales. Bastó la integridad de un hombre que se supo humano, que le entregó a un país el derecho más importante de la vida: ser iguales. A Madiba, gracias por enseñarme un poco de tu gran trabajo.




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jueves, 8 de julio de 2010

Para que Beas el Mundial por Enrique Beas

Itinerario 14

Safari

La idea del tío Walt Disney permeó la pantalla nacional en previos y
campañas de un Mundial en latitudes africanas. Todo mundo llegó
buscando jirafas en la carretera y leones en los jardines de las
casas. La música oficial de la justa es tan parecida a la banda sonora
del Rey León que la industria de Hollywood no se equivocó (obvio menos
el waka-waka shakiriano, que para ser sincero #yoconfieso lo bailó
cada que la escucho en los estadios y antros). Los colores de los
pastos invernales de las estepas y carreteras son tan amarillos como
el trigo, las reservas ecológicas y las aventuras de Safari son el
verdadero entretenimiento de acá, vamos, es el Disneilandia de todo el
país. A tan sólo 10 minutos de Johannesburgo esta el Lion Park, a dos
horas otra Safari gigante, cautiverios de cocodrilos y antílopes en
sus paisaje (por cierto, uff qué rico sabe, es como entre barbacoa y
carnitas a la vez), zebras muy nalgonas y ñus que se comen tus
papitas, etc. La experiencia es tan grata y emocionante que no puedes
creer que un león blanco con una melena que ni Simba tenía, ruja
enfrente de ti, avisando que el territorio es suyo o pidiéndole a una
de sus leonas que se baje de un árbol de casi cuatro metros donde
descansa y toma el sol. El espectáculo es tan natural que casi unos
cientos de leones conviven cerca de ti, hasta puedes jugar con los
leoncitos y ser rasguñado por ellos (eso no esta padre). Además para
despedirte salen los caballos altos, es decir las jirafas para ver si
les das de comer o para que te regalen un beso con una lengua casi de
medio metro.


Los bárbaros

Ellos son los otros. Ellos son los que se visten diferente. Ellos son
los que comen distinto, bailan y hablan distinto. Ellos son los que
van a escuelas distintas, les enseñan un mundo nada parecido al mío,
caminan y fuman raro. Huelen diferente, manejan con otro cuidado y
besan distinto. Ellos creen en otras cosas a las mías, piensan en
contra posición a lo mío, sudan distinto, aman diferente. Ellos salen
a otros lugares de vacaciones, besan raro a sus papás y ven películas
muy raras, compran discos muy populares y el shampoo que usan les deja
muy distinto el cabello que a nosotros. Ellos leen distinto, juegan
diferente y parecen ser otros seres. Coetze ganó el premio Nóbel de
literatura, su novela “Los bárbaros” es una joya tan real de este
escritor sudafricano que se aventuró en platicar que la vida en su
país se empezaba a vivir diferente, que el humano cuando ve algo que
es distinto a lo suyo lo cataloga en juicios de valor que denigran a
la otra persona. La historia es en una aldea sin tiempo, sin lugar y
sólo con espacio. Sin protagonistas históricos ni de ficción. Escribe
con la pluma de un hombre que ubicó su legado en la lección más
importante de la vida: los otros también es nosotros. Ahí esta el
camino de la igualdad, de la equidad y del nuevo reto de Babel para
salir avantes de un compromiso simplemente futbolero. ¡Ke Nako! La
frase que significa estamos listos y que acuñó el slogan de este
Mundial bien podría ser el título del libro de Coetze en México cuando
el otro le dice al otro: ¡qué naco! Así se vive en el mundo de los
bárbaros.




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martes, 6 de julio de 2010

Para que Beas el Mundial por Enrique Beas

Itinerario 13

Malditas creencias

Será la segunda vez que mi pluma sea una vaga coherencia de mi ética y
valores que fomentó mi vida, no es un capricho del opusdei ni de una
misión voluntaria a favor de la infancia en Sudáfrica, simplemente mi
deber periodístico que hoy me tiene triste y confundido. Hace unos
días en plena charla con una chica zulú hablábamos del tema de las
violaciones del portador sudafricano con VIH (país con mayor número de
infectados), este tema lo dejé a un lado para seguir la pelota y en
ese entonces mis estúpidas esperanzas verdes. La razón de ser un país
con alto porcentaje de personas con SIDA y después de haber vivido
tres semanas y media acá con sus costumbres y tradiciones me hizo
dudar por unos instantes de esa alarmante cifra. Hasta que de nuevo me
topé con la realidad catastrófica de ciertas ideas en muchas tribus y
poblaciones de bajos recursos (la mayoría de este país) con la maldita
creencia que los enfermos del moño rojo violaban a los niños y niñas
para que así atraves de un alma pura y limpia se llevara el virus y
quedar sanos de nuevo. ¡Shock! Total colapso de mi cuerpo al escuchar
ese secreto a voces que ni un chamán, brujo, hechicero deberían
permitir. Acá las campañas en las grandes urbes son constantes, viven
una transición cultural de adaptación no sólo entre blancos y negros,
sino entre portadores y no portadores. En todas las avenidas
principales hay campañas con la leyenda: “si tu amigo tiene VIH, sigue
siendo tu amigo”. Ojala y la política de estado contribuya no sólo con
pintar las calles para una copa sino con educar y transmitir nuevas
creencias para frenar ese foco de contagio y esa desgracia infantil de
un sector de la población.


Cuidado con el robot

El presupuesto de un mega evento para un periodista caprichoso por su
vocación deja expuesto ciertos problemas presupuestales para realizar
el trabajo. Cuando me bajé del avión y pagué del aeropuerto al
departamento donde me alojé una noche la cuantiosa cifra de 560 Rands,
algo así como 850 pesos. Ahí no terminó el susto, ya que después de
dejar las maletas fui a conocer el Soccer City y pagué otros 500 Rands
y de regreso la misma cantidad. Para no hacer el cuento largo, el
primer día sólo con tres viajes me gasté el presupuesto de una semana.
Así que mejor decidió el productor rentar un coche para economizar la
aventura. Pero ahí es donde empezó la guerra contra la invasión
británica: manejar de lado derecho. Diestra complicación que me ha
dejado un par de sustos y malos ratos principalmente en la noche
cuando salgo del programa y aún queda oxígeno para un trago, el
regreso al nuevo hogar es un suplicio. Cuidado con el carro que viene
enfrente de ti. -¡Te echó las largas!- dice mi copilto. -¡¿Qué te pasa
baboso?!- seguro eso quiere decir foquiu idiot, que es lo que me
gritan cuando me doy cuenta que me había metido en sentido contrario.
Al final del viaje y haber pasado los doce robots para llegar a
descansar relajo los músculos que se atrevieron a manejar sin licencia
internacional. Por cierto los robots son los semáforos sudafricanos.




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